martes, 24 de junio de 2014

El Karma en Nuestras Vidas, por el Dr. José Luis Cabodi

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El karma no implica castigo ni fatalidad. De hecho, estamos disfrutando o padeciendo por nuestras acciones del pasado, ya sea de ésta o de otra vida. Todo pensamiento produce efectos que recaen sobre nosotros, ya sea como bendiciones, como golpes o como pérdidas, dependiendo del móvil causativo del pensamiento original.
Clásicamente, se ha considerado al karma con una visión fatalista. Se lo ha visto como algo inexorable, ineludible, que el hombre debía aceptar con resignación. Sin embargo, a medida que vamos adquiriendo una nueva conciencia, podemos entender el karma de una manera totalmente diferente.
Ahora podemos ver el karma como una oportunidad de aprendizaje y no de castigo. Es necesario volver a los orígenes de esta palabra para comprender su verdadera dimensión.
La palabra karma es de origen sánscrito y en realidad se pronuncia kárman y está compuesta por dos sílabas: kar y man. La sílaba man significa pensador y es el origen de la palabra inglesa man para hombre. La sílaba kar es la raíz del verbo hacer y, por extensión, quiere decir acción, actividad. De donde kárman significa, entonces, la acción, la actividad del pensador. Y la actividad fundamental y característica del pensador es pensar.
La acción del pensador es pensar, y su resultado son los pensamientos. Ahora bien: cada pensamiento es una fuerza, una energía que se pone en movimiento. Por el principio de acción y reacción, sabemos que la acción de una fuerza genera otra de la misma intensidad y en sentido contrario.
Acción y Reacción
llegamos así al concepto básico y fundamental del karma:
Todo pensamiento o acción generado por el hombre-pensador vuelve sobre sí mismo.

Igual que un boomerang, las fuerzas que nosotros mismos ponemos en movimiento, ya sea con el pensamiento o con nuestras acciones, tarde o temprano vuelven sobre nosotros mismos. Aquí no hay castigo, aquí no hay fatalidad. De hecho, estamos disfrutando o padeciendo por nuestras acciones del pasado, ya sea de ésta o de otra vida. Todo pensamiento produce efectos que recaen sobre nosotros, ya sea como bendiciones, como golpes o como pérdidas, dependiendo del móvil causativo del pensamiento original. En la medida en que comenzamos a comprender las cosas que nos suceden, como viniendo de nosotros mismos, aceptando la responsabilidad que nos toca en el origen de ellas, comenzamos a tener un mayor control sobre nuestro destino. Si seguimos creyendo que las cosas simplemente nos pasan por azar o por mala suerte; si seguimos viendo a los otros como los causantes de nuestras desgracias, el karma seguirá actuando en contra de nosotros. Aceptar la posibilidad de que, en algún momento del pasado, yo fui el generador de lo que me está sucediendo, hace que la fuerza se equilibre y se detenga en su accionar.
Karma vs. Sabiduría
Los grandes maestros enseñan que la sabiduría borra el karma. El karma sigue actuando en tanto y en cuanto se siga repitiendo la misma actitud, sin pensar, sin despertar. En el momento en que acepto mi responsabilidad, comienzo a ser dueño de mi karma. Si estoy viviendo una situación difícil y dolorosa, si dentro del dolor puedo preguntarme: ¿qué estoy tratando de aprender con esto? o ¿qué habré hecho antes para estar pasando por esta situación?, si comprendo para qué estoy atravesando por esta experiencia, a partir de allí, mi vida se modificará.
En realidad, desde el punto de vista kármico, lo que ocurre no es importante, es anecdótico. Lo esencial es cómo reaccionamos frente a lo que nos pasa. Eso es lo que indica el nivel de conciencia alcanzado. Al aceptar la responsabilidad de mis acciones pasadas, comienzo a generar un karma diferente, comienzo a manejar mi destino más libremente.
Aquí conviene introducir un nuevo concepto: la idea de la reparación o de la rectificación de acciones.
Reparación del Sufrimiento
No hay castigo. El castigo no trae provecho a nadie. Dios, o la Energía Creadora, no se benefician en absoluto con nuestro dolor y sufrimiento. Lo que se espera de nosotros es que rectifiquemos o reparemos nuestras acciones pasadas. Si alguna vez ocasionamos algún dolor o algún perjuicio a alguien, no es necesario pasar por lo mismo. Ser maltratados no borrará el dolor a la persona que se lo causamos. Pero lo que sí podemos hacer, es reparar el resultado de nuestra acción. Si hemos hecho sufrir, podemos reparar ese sufrimiento contrarrestándolo con una actitud de servicio, ayudando o sirviendo a quienes hemos perjudicado. Si una persona fue un criminal en otra vida y mató a varios individuos, ¿cuántas veces tendría que ser matada para pagar su deuda kármica? Necesitaría muchas vidas inútiles para ello. Sin embargo, puede llevar a cabo una vida digna y provechosa, si acepta realizar acciones de servicio en favor de aquéllos a quienes mató en otra vida. El sufrimiento y el dolor aparecen cuando nos negamos a aceptar nuestra responsabilidad y a ayudar a aquéllos a quienes hemos perjudicado en una vida anterior. Es ahí, entonces, cuando las fuerzas del karma entran en acción y nos empujan a situaciones similares a las cometidas por nosotros mismos, para que experimentemos el dolor en carne propia y así no volvamos a repetirlo con nuestros semejantes. Todo es aprendizaje. Las situaciones las vivimos como castigo cuando nos negamos, a aprender. Entonces aparecen el dolor y el sufrimiento.
Recuerdo que en su visita a nuestro país, Su Santidad el XIV Dalai Lama, dijo en una de sus charlas: “El propósito de la vida humana es la felicidad y la alegría”. Y así es. En realidad podemos ser felices, el sufrimiento no es obligatorio. Si no somos felices es porque nosotros mismos, con nuestras acciones, con nuestro empecinamiento, nos quitamos la posibilidad de serlo.
Edgar Cayce decía que el alma siempre dispone de una alternativa: la Ley de la Gracia. Puede liberarse de las deudas acumuladas, dedicándose generosamente a hacer el bien a quienes son todavía más desgraciados.
Karma y Cabalá
También encontramos el concepto de reparación en la cabalá hebrea. En hebreo existe un término equivalente a karma: tikún. El tikún es el trabajo de corrección que debe hacer un alma encarnada sobre sus acciones pasadas. Cada uno viene a la vida física con un tikún determinado. Cada uno viene a realizar su trabajo de corrección de acciones pasadas. A veces, este trabajo suele ser un poco pesado, pero también tenemos a nuestro alrededor seres que nos acompañan y nos ayudan en este trabajo de corrección. Nuestros padres, abuelos, maestros amigos o pareja están para ayudarnos y nosotros para ayudarlos a ellos; en este trabajo de corrección de nuestros errores del pasado. De modo que cada uno está cumpliendo su tikún o su karma, como se prefiera.
Corregir, reparar el efecto de nuestras acciones pasadas. De eso se trata. No hay castigo, no hay nadie allá arriba señalándonos con el dedo. Todo lo que se nos pide es que corrijamos nuestros errores, que reparemos el dolor o la ofensa causada a un semejante. Somos tan responsables de nuestro sufrimiento como de nuestra felicidad. Si aceptamos efectuar tareas de servicio en favor de aquéllos a quienes hemos lastimado, podremos ser felices. Si, por el contrario, por orgullo, por soberbia, nos negamos a dicha tarea, no tendremos más remedio que sufrir, por cuanto nuestros ofendidos de ayer querrán cobrarse su deuda hoy. Y no lo hacen por maldad. Simplemente es la reacción a la fuerza que nosotros mismos pusimos en movimiento con nuestra acción primitiva. Así funciona el karma. Es una concatenación de causas y efectos. Si a la ofensa se responde con la ofensa, sobrevendrá una ofensa mayor, y así sucesivamente, hasta que uno de los contendientes reaccione, despierte, tome conciencia, pida disculpas y perdone. En ese preciso instante se detiene la rueda del karma. Por eso Jesús enseñaba: “Si te dan una bofetada, pon la otra mejilla”. Porque reaccionar a la ofensa significa entrar en la rueda del karma con todas sus dolorosas consecuencias. Y en este momento, me viene a la mente otra coincidencia de la cabalá, por cuanto en hebreo, el término correspondiente para reencarnación es guilgul neshamot, que significa ruedas de un alma, y no es otra cosa que la rueda del karma de los hindúes.
“El príncipe de hoy es el mendigo de mañana, y el mendigo de hoy será el príncipe de mañana.” Son las idas y venidas de un alma, hasta alcanzar la comprensión que le permita detener el giro incesante de la rueda y salirse de ella.
Quiero compartir con ustedes mi experiencia personal al respecto. Esto lo comprendí tras varios años de trabajo con la terapia de vidas pasadas y luego de haber pasado yo mismo por la experiencia de la regresión.

Fuente: http://hermandadblanca.org/el-karma-en-nuestras-vidas-por-el-dr-jose-luis-cabodi/

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