martes, 24 de junio de 2014

Reencarnación y Kabbalah

Ninguno de nosotros es un alma nueva, todos hemos acumulado experiencias de vidas previas en otras encarnaciones. En cada generación, a lo largo de los últimos seis mil años, descendieron almas que ya habían estado aquí en ocasiones anteriores. No son almas nuevas, sino con alguna forma diferente de desarrollo espiritual. 

Las almas descienden a la Tierra de acuerdo a un orden determinado: ingresan al mundo de forma cíclica. Su número no es infinito: vuelven una y otra vez, progresando en su corrección. Los nuevos cuerpos físicos que ocupan son más o menos parecidos, pero los tipos de almas que descienden son diferentes. Esto es lo que se conoce popularmente como reencarnación. Los cabalistas usan la expresión "desarrollo de las generaciones". 

Esta interrelación o conexión entre el alma y el cuerpo colabora con la corrección del alma. Nos referimos al ser humano como "alma" y no como "cuerpo". El cuerpo en sí puede ser reemplazado, como se reemplazan hoy en día los órganos. El cuerpo es útil sólo como recipiente desde dónde el alma puede actuar. Cada generación se parece físicamente a la anterior, pero difieren una de otra porque en cada oportunidad las almas bajan con la experiencia acumulada de sus vidas previas aquí. Llegan con sus fuerzas renovadas por su estadía en el cielo. 

Por lo tanto, los objetivos y deseos de cada generación difieren de los de la generación anterior. Esto explica el desarrollo específico de cada una de ellas. Inclusive la generación que no alcance el deseo de conocer la verdadera realidad o el reconocimiento divino, cumplirá su tarea a través del sufrimiento. Esa será su forma de progresar hacia la auténtica realidad. 


Todas las almas se originan en una, llamada "el alma del primer hombre". Esto no se refiere al Adán que conocemos, sino a una realidad espiritual interna. Partes del alma del primer hombre descienden al mundo para encarnar, tomando forma de cuerpos y provocando la conexión entre el cuerpo y el alma. La realidad está diseñada para que las almas desciendan y se autocorrijan. Al encarnar aumentan su nivel 620 veces respecto al nivel inicial. El orden en que descienden a encarnar en esta realidad va de sutiles a densas. 

El alma del primer hombre consta de muchas partes y muchos deseos, algunos sutiles, otros densos, según su cantidad de egoísmo y crueldad. Llegan a nuestro mundo primero las partes sutiles y luego las densas, con sus correspondientes requerimientos de corrección. Al corregir los deseos más sutiles, pueden luego ayudar a corregir los más densos, los más problemáticos. 

En su descenso al mundo, las almas han adquirido experiencia a través de su sufrimiento. Esto se conoce como "el camino del sufrimiento", ya que esta experiencia desarrolla el alma. Cada vez que reencarna, aumenta su impulso inconsciente de buscar respuestas a las preguntas acerca de su existencia, de sus raíces y de la importancia de la vida humana.
Existen, según esto, almas que son más y menos desarrolladas. Las más desarrolladas tienen tal enorme urgencia de reconocer la verdad, que no soportan limitarse a los confines de este mundo. Si se las provee de herramientas correctas, libros adecuados e instrucción acorde, llegarán a reconocer el mundo espiritual. La Cabalá también distingue entre almas descendentes más o menos puras o refinadas, según la medida de la corrección requerida.
Las que requieren una corrección mayor son llamadas "menos refinadas". 
Las distintas almas descendentes requieren diferentes guías y correcciones, específicas para cada generación, así como líderes adecuados para conducir su progreso espiritual. En sus libros y grupos de estudio transmiten el método de descubrimiento de la verdadera realidad más adecuado para su generación. En esta era mediática, pueden aparecer por televisión, por radio o más comúnmente por Internet. 
Al principio (antes de que apareciera el alma del Ari), reinaba una era de acumulación de experiencia y de persistencia en el mundo. Progresaban hacia la corrección con su mera existencia. El sufrimiento acumulado agregó urgencia en la búsqueda del alivio. El deseo de dejar atrás el sufrimiento fue la fuerza motivadora del desarrollo de las generaciones. 
Cuando en el siglo XVI, apareció el Ari, declaró que a partir de su generación, los hombres, las mujeres y los niños de todas las naciones podían y debían introducirse en la Cabalá. Había llegado el momento del desarrollo generacional en que las almas descendentes podían reconocer la verdadera realidad, completando su corrección con el propio método del Ari. Podían cumplir lo que se esperaba de ellas. 
Aún en su cuerpo físico, el alma tiene un solo deseo: retornar a sus raíces. Los cuerpos físicos, en su deseo de recibir, las arrastran de vuelta a este mundo. Pero el ser humano desea conscientemente elevar su espíritu. El esfuerzo resultante de la gran fricción creada por esta dicotomía le ayuda a elevarse 620 veces por encima de su nivel anterior. Si un alma no completa su tarea, reencarnará en el mundo con más necesidad de corrección. 
A veces creemos que debemos negar nuestros deseos y anhelos para ser más exitosos en la próxima reencarnación. Pensamos que no deberíamos desear nada sino un poco de alimento y estar tirados al sol como un gato. Sin embargo, en la realidad ocurre todo lo contrario, pues la próxima vez seremos aún más crueles, demandantes, exigentes y agresivos. 
El Creador quiere que nos colmemos de placeres espirituales, que seamos plenos. Esto sólo es posible a través de un deseo enorme. Sólo mediante un deseo corregido podremos alcanzar realmente el mundo espiritual, tornándonos fuertes y activos. Un deseo pequeño no nos hará mucho daño, pero tampoco mucho bien. El deseo "corregido" sólo funciona a partir del estímulo correcto. No lo poseemos automáticamente, sino que lo adquirimos mediante el estudio correcto de la Cabalá. 
Existe una pirámide de almas, basada en el deseo de recibir. En su base se encuentran muchas almas con pequeños deseos terrenales, buscando una vida confortable de tipo animal: comida, sueño, sexo. El nivel siguiente, con menor número de almas, contiene aquéllas que desean adquirir riqueza. Se trata de personas deseosas de dedicar su vida entera a hacer dinero y aún a sacrificarse en aras de la riqueza. 

A continuación se encuentran las que harían cualquier cosa con tal de controlar a los demás, gobernar y alcanzar posiciones de poder. Otras aún menos numerosas poseen un deseo todavía mayor por conocer: son los científicos y académicos que pasan su vida empeñados en un descubrimiento específico, sin interesarse por ninguna otra cosa. 
El deseo más intenso, compartido sólo por unos pocos, es el de alcanzar el mundo espiritual. Todos están incluidos en la pirámide. 
El hombre a su vez posee la misma pirámide de deseos en su interior, la cual debe invertir, de modo que el peso vaya al deseo más puro, el deseo infinito de verdad. Debe rechazar y descartar sus deseos terrenales, poniendo todos sus esfuerzos y energía en aumentar el deseo de espiritualidad. Lo logrará estudiando de la manera correcta. 
Cuando realmente buscamos aumentar el anhelo de espiritualidad, la Luz Circundante, el mundo espiritual oculto, comienza a reflejarse en nosotros, provocándonos desear aún más. En esta etapa, resulta crucial estudiar en grupo bajo la guía de un cabalista [ver el capítulo "Cómo estudiar Cabalá"].
El mayor cambio que observamos en las almas que descienden hoy, radica en su deseo definido de lograr un sistema espiritual. Hasta la gente común busca algo más allá de este mundo, algo espiritual. 
Aunque esta "espiritualidad" todavía incluye todo tipo de atajos, trucos mágicos y grupos esotéricos que prometen respuestas a sus seguidores, indica una búsqueda de la auténtica realidad. Si las almas de esta generación aumentan más su deseo, probablemente hagan surgir un método nuevo adecuado para ellas. 

En los últimos quince años se ha activado y acelerado el descenso de las nuevas almas. Su deseo es mucho mayor y más genuino. Quieren lograr la auténtica verdad y nada más. 
Cuando comprendamos realmente cómo se nos aplica y nos afecta la realidad, dejaremos de hacer lo prohibido e insistiremos en hacer lo correcto. Entonces percibiremos la armonía existente entre nosotros y el verdadero mundo. 
Mientras tanto, abusamos y luego nos damos cuenta de que hemos abusado. No podemos escapar a dicha situación. Es por ello que la humanidad se encuentra en un callejón sin salida, inmersa en dificultades cada vez mayores. Descubriremos que no nos queda otra alternativa sino reconocer el mundo espiritual del cual formamos parte. Este reconocimiento nos conducirá a una nueva situación, en la que comenzaremos a actuar conscientemente al unísono y no como individuos aislados. 

Todos estamos conectados en un alma, de una generación a otra. Compartimos una responsabilidad colectiva. Es por ello que el cabalista es considerado "fundador del mundo". Afecta al mundo entero y el mundo entero lo afecta a él.

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