Siempre que estamos delante de niños hablamos con cuidado, porque no queremos que ellos aprendan palabras incorrectas o porque no queremos que las pronuncien sin control y puedan hacernos pasar verguenza en cualquier momento. ¡Claro! Los niños dicen muchas cosas sin detenerse a pensar qué efecto puede causar el que las pronuncien un determinado contexto.\\\
Así son las palabras para nuestra vida, nuestra vida toma la acción que tienen las palabras que decimos, es por eso que el pensar antes de hablar tiene mucho sentido, nos evita muchas “situaciones”.
Las Palabras Tienen el Poder de Crear y de Destruir
Nuestras palabras tienen el poder de crear y el poder de destruir, el mejor ejemplo lo podemos apreciar en una amistad o una relación, comienzan conversando y por cualquier palabra que podamos decir fuera de lugar puede terminar.
Volviendo a nuestras vidas, entiendo que lo ideal sería reeducar, alimentar y restaurar nuestro vocabulario. A medida que vamos creciendo y madurando vamos perdiendo nuestra inocencia. Esto puede hacer que nuestra capacidad para crecer disminuya. Así, empezamos a dudar, a dudar de nosotros mismos, a ver lo negativo y lo feo, en vez de lo positivo y lindo, a desconfiar antes de conocer.
¿No hay comida? O ¿Hay comida? Prácticamente la pregunta es la misma, pero en la primera ya estamos condicionando que NO HAY.
Soy pobre
No puedo
No tengo
No sé
Ni siquiera lo intentaré
Si digo No Puedo, es cierto ¡no puedo!, ya lo dije, pero si digo ¡Sí Puedo! también es cierto porque lo dije también. A las palabras NO SE LAS LLEVA EL VIENTO, quedan enganchadas en nuestra mente y corazón, y así van dirigiendo nuestra vida, por el camino que le decimos.
Si nuestro vocabulario es pobre y pesimista, así es nuestra vida. Queremos abundancia, queremos paz, queremos ser felices, etc., pero con nuestra boca declaramos todo lo contrario.
De nuestras palabras depende nuestro futuro, así que empecemos a cambiar nuestra vida, cuidando las palabras que decimos y nuestra forma de hablar, así como si estuviéramos rodeados de niños siempre y nuestra vida se dirigirá por ese camino en el cual queremos estar.
Volviendo a nuestras vidas, entiendo que lo ideal sería reeducar, alimentar y restaurar nuestro vocabulario. A medida que vamos creciendo y madurando vamos perdiendo nuestra inocencia. Esto puede hacer que nuestra capacidad para crecer disminuya. Así, empezamos a dudar, a dudar de nosotros mismos, a ver lo negativo y lo feo, en vez de lo positivo y lindo, a desconfiar antes de conocer.
¿No hay comida? O ¿Hay comida? Prácticamente la pregunta es la misma, pero en la primera ya estamos condicionando que NO HAY.
Soy pobre
No puedo
No tengo
No sé
Ni siquiera lo intentaré
Si digo No Puedo, es cierto ¡no puedo!, ya lo dije, pero si digo ¡Sí Puedo! también es cierto porque lo dije también. A las palabras NO SE LAS LLEVA EL VIENTO, quedan enganchadas en nuestra mente y corazón, y así van dirigiendo nuestra vida, por el camino que le decimos.
Si nuestro vocabulario es pobre y pesimista, así es nuestra vida. Queremos abundancia, queremos paz, queremos ser felices, etc., pero con nuestra boca declaramos todo lo contrario.
De nuestras palabras depende nuestro futuro, así que empecemos a cambiar nuestra vida, cuidando las palabras que decimos y nuestra forma de hablar, así como si estuviéramos rodeados de niños siempre y nuestra vida se dirigirá por ese camino en el cual queremos estar.
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